Niebla, niebla en La Sía.
La clara nitidez del valle idílico,
los oscuros, concretos cagigales
de Quintana y La Gandara,
quedan abajo inmersos como un sueño,
el corazón se ensancha según sube
la ruta pedregosa. Este camino,
cuando solo era senda de pastores
y guía de herraduras
fue hollado por la planta infatigable
de mi padre zagal. Y ahora no veo
a un lado y otro
detrás, delante, sino las vedijas
de la madrastra, de la borradora
que disuelve la luz y niega el cielo.
Gerardo Diego
Gerardo Diego
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