Se nos va su sonrisa y su personalidad apabullante.
Se lleva con él esa raza y esa fuerza,
que de forma inverosímil brotaban de su pequeño cuerpo.
Se va el ignorante,
el que nunca llego a entender el significado de lo que era quejarse.
Se va el soberbio,
el que no conocía límites al repartir generosidad.
Decían que ya apenas comía.
No lo necesitaba, había masticado su vida hasta no dejar ni las migajas.
Nos queda tu ejemplo y la enorme suerte de haberte conocido. Uno de esos pocos que sumaban en este mundo lleno de gente anodina.
Donde estés se que seguirás disfrutando la vida y que nos recibirás con tus historias. Esas que tan bien entran entre cerveza y cerveza. Esas que temporalmente echaremos de menos.
Hasta la vista Pepe
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